Historia
Cuenta la historia que sobre el lomo de un animal, casi stron mítico, se han dado las más grandes conquistas, se han librado las más grandes batallas, se ha dado la libertad a países que durante años vivieron bajo otro opresor, y se ha sellado el pacto más grande de respeto y afinidad entre el hombre y otro ser: el caballo.
Diferentes nombres han quedado grabados por los siglos y son recordados con honores: Othar, el caballo de Atila, del cual se dice que donde puso su huella nunca más creció la hierba; o de Bucéfalo, el caballo inseparable de Alejandro Magno en el que el rey de Macedonia adelantó su cruzada conquistadora. No se puede dejar atrás a Palomo, ese caballo blanco en el que Simón Bolívar entró triunfal tras derrotar a los españoles en el Pantano de Vargas. Estos son solo unos cuántos de los tantos que han llenado de gloria al hombre y a las naciones.
Esa grandeza fue heredada y se refleja hoy, cientos de años después, en el caballo criollo colombiano. La elegancia en su paso, la gallardía, su fuerza, la sensibilidad, su brío, la velocidad y su nobleza, lo han llevado a ocupar sitiales de honor en el mundo y a destacarse cual corcel digno de culto en cada rincón del planeta, tal como lo fueron sus antepasados. Pero esa historia de grandeza del caballo criollo colombiano no fue escrita en poco tiempo, su historia se ha escrito a paso lento y siempre en busca de la perfección
Una historia hecha a paso lento… y fino
El inicio de la historia del caballo criollo colombiano es un tanto difusa, o mejor, con pocos datos. Se tiene registrado hasta ahora que los ancestros del ejemplar cafetero llegaron un año después de que Cristóbal Colón pisara el Nuevo Mundo.
Según historiadores, los primeros equinos llegaron en el segundo viaje de Colón y, por las crónicas de indias y otros relatos, se pudo establecer que a la isla La Española, lo que hoy se conoce como República Dominicana, fueron traídos 20 caballos y cinco yeguas, como lo señala la politóloga y abogada de la Universidad Eafit, Viviana Ángela Maya, en su reseña Origen y Evolución del Caballo Criollo Colombiano.
“(Allí) se establecieron criaderos con muy buenos resultados. Con este primer aporte y algunos hechos hasta 1507 (cuando se suspendieron las importaciones por orden de la Corona) se fueron poblando las islas vecinas, (…), de donde se abastecieron los españoles para la conquista de los países del norte, centro y sur América”, reseña Maya.
Después de ese año, y según investigaciones de las distintas facultades de medicina veterinaria del país, a Colombia ingresaron propiamente los caballos entre 1507 y 1509, cuando los llamados conquistadores como Alonso de Ojeda, en la costa norte de Colombia, y Diego de Nicuesa, en el Golfo de Urabá, integraron los equinos a la exploración de los territorios.